Crónica El mohán

El Mohán Editar Documento


Capítulo 1
En los tiempos en que existían verdaderamente las cosas, de la penumbra creada del encuentro entre el día y la noche nació el Mohán. Brujo del agua; hechicero; el Mohán cumple la feroz misión de ser la protección de los ríos. Los peces son su señuelo, las plantas sus aliadas y la tormenta su  castigo preferido. Conoce los secretos de las almas, cura enfermedades y todos temen sus ojos de azabache cuando en los ritos atrae la lluvia.


Sabio Chamán, inmemorial ser del río es quién regula las crecientes, permite la subienda, se acomoda en la Pacha Mama. Es la herencia que los aborígenes nos dejan.


Heriberto: Apure hermano que se nos hace tarde; ya son las tres.


Heriberto y Diego Felipe salen a pescar al Magolo. El mayor ordenó su chile y se acercó a la barca.


Diego Felipe bostezando: ¿Cómo así?  Maldita la hora en que tengo que hacer esto.
Heriberto: No maldiga hermano y menos al río.


Juntos subieron a la barca que se dejó llevar por la poderosa pero suave corriente.


Heriberto: Esta invocando la desgracia, provocando al Mohán. ¿Trajo el tabaco que le pedí?
Diego Felipe: Achh, se me olvidó.
Heriberto: No seamos pendejos.


El Mohán vive en el universo del río y todos los ríos son su río. Él complica las atarrayas de los pescadores depredadores y en algunas ocasiones su celo llega a ser perverso y convoca tormentas y eclipses: voltea las canoas y sumerge sus víctimas en el fondo de las aguas.


Heriberto y Diego Felipe, llegan a la isla del paisa, donde se detienen a tomar tinto:


El Paisa: Que visita tan esperada. Heriberto, Diego ¿cómo van?
Heriberto: Mal; este pendejo no trajo el tabaco. Almeida lo tiene apendejado.
Diego Felipe: Vea hermano, estar aquí no me gusta. Así que vayan ustedes. Yo me quedo.


Discutieron un poco más y al fin se fueron. Diego se tiró en el cambuche del Paisa a dormir.


Heriberto: Paisa, usted cree en el Mohán?


Visionario el Mohán supo en una noche de borrascas e inundaciones, noche premonitoria, que los españoles llegarían y vio la humillación y los despojos de la Conquista. Por eso, tal vez queriendo perpetuar la memoria de los antepasados, se marchó con todos sus tesoros a la entraña de los ríos.


Allí permanece, taciturno y remoto entre las piedras, lejos del tiempo, mientras le crecen los cabellos y las uñas y sus ojos desploman la noche.


Los viejos pescadores y barequeros saben todo aquello, por eso le temen. Llevan en las mochilas aguardiente y tabaco y están pendientes a cualquier señal de indignación de las olas. Saben que el regreso, que su destino, depende del Mohán.


Capítulo 2
El río es dador de vida desde los tiempos en que las cosas existían verdaderamente. El Mohán, brujo del agua; hechicero; conoce los secretos de las almas y todos temen sus ojos de azabache cuando en los ritos atrae la lluvia. No todas las personas lo pueden ver, dicen que solo le es posible verlo a la mujer de la cual se enamora o se encanta y solo cuando ella se va a bañar al rio. Lo mejor para que esto no pase es no volver al rio en mucho tiempo. El Mohán cumple la infatigable misión de ser la protección de los ríos. Los peces son su señuelo, las plantas sus aliadas y la tormenta su castigo preferido. Es la herencia que los aborígenes nos dejan.


En el colegio del Hobo, el río se escucha a lo lejos. En noveno grado están en clase de sociales.


Maestra: ¿Quién me puede hablar del río Magdalena?


Almeida,  la novia de Diego Felipe, quinceañera de ojos negros, piel morena, cabello recogido en una sola cola, alzó su brazo.


Almeida: El río Magdalena nace en el Páramo de las Papas y es el más importante de Colombia pues atraviesa su territorio de sur a norte hasta desembocar en Bocas de Ceniza. Sus riveras son la principal riqueza de nuestra economía. Dice mi padre que el Mohán es quién cuida de él.


El Río es testigo. Ha visto en las noches de luna llena, una figura agitar sus aguas y entonar una nostálgica canción en su flauta de queco. Dicen los que saben, que es el Chamán de los Pijaos, el que cura todos los males que cuando se indigna, baja en rumor embravecido por los cañones, siendo creciente que arrastra todo lo que quiere. Dicen que algunas veces se torna juguetón, volteando las canoas de los pescadores y sacando los peces de las redes.


Diego Felipe se prepara para salir al río, lo hace como lo hiciera su hermano. Pero él no cree en el Mohán. Ha comprado algo de dinamita y así  recogerlos después de aturdidos o muertos. Diego Felipe sabe que es prohibido y lo hace con sigilo…


De pronto; Diego Felipe mira hacia el río y ve saltar de piedra en piedra, allá, a lo lejos, a la distancia, un hombre fuerte de cabellos largos, ojos indios y piel morena. El Mohán se confunde con los remolinos y las ramas de los árboles que rozan el torrente.


Diego Felipe gritando: ¿Quién anda ahí?


El silencio del río fue la respuesta; Diego Felipe se sobresalta y se asegura que en su mochila estén el aguardiente, los tabacos, y la dinamita. De pronto de la penumbra sale una figura y Diego Felipe coge el machete…


Almeida: Diego Felipe soy yo. No me hagas daño.


Es Almeida.


Diego Felipe: Mi amor…


La pareja se abraza con fuerza y el Mohán los mira. Mira a Almeida, no puede dejar de verla. Sátiro, el Poira se torna rojo y sesudo. Son muchas las muchachas que ha raptado, muchas las leyendas al cual más fabulosas, irreales y novelescas; muchos hombres ha perseguido, incesantemente, hasta sepultarlos en las oscuras aguas de sus insondables dominios; muchas embarcaciones ha hecho zozobrar y muchos los parajes que ha desolado, embrujado de superstición y misterio entre sus humildes moradores.

La emoción es profunda cuando Almeida ve la intensa y fija mirada azabache del Mohán.



Capítulo 3
El agua surge silenciosa de la niebla que en la madrugada del páramo la cobija, en esa penumbra, blanca y fría nació el Mohán, deslizándose por las frías aguas hasta ser río. Hijo del páramo de las papas, Guacacayo nace hecho lluvia mañanera como “Río de las Tumbas”. Agua que da vida desde los tiempos en que las cosas existían verdaderamente. El Mohán, brujo del agua. Cuidador de ríos.


Diego Felipe ha desaparecido y nadie se lo explica. Almeida está como paralizada entre sus compañeras que no dejan de preguntarle cosas, ella no responde.


Compañera: Pero si usted fue la última que lo vio qué quiere que haga? Qué pasó?


Almeida sabe que el Mohán conoce los secretos de las almas y sus ojos de azabache, profundos y oscuros como un rio, son hermosos. Pero también sabe que no todas las personas lo pueden ver, sabe que solo le es posible verlo a la mujer de la cual se enamora o se encanta y solo cuando ella va al rio. Ella estuvo en el río y Diego Felipe se fue feliz después de estar juntos. Ella sabe que lo mejor es no volver al rio en mucho tiempo.


El Poira es el Mohán travieso, enamorado, libertino y raptor. Les roba la tranquilidad a las jóvenes. Las enamora.


Almeida: ¿Sería el Mohán a quién vi? No recuerdo haber visto ese hombre tan hermoso y misterioso.  Ay Dios mío. Y Diego Felipe, ¿dónde está? Él no cree en estas cosas. Dice que son habladurías. Pero me miro de una forma…


Eran muchos los pensamientos que atropellaban su día. Era como estar en un sueño. Quería dormir. No entendía. Estaba como embrujada. No dejaba de pensar en esa mirada; no podía dejar de verla. Sátiro, el Poira es rojo y sesudo, un diablo. Son muchas las muchachas que ha raptado, muchas las leyendas. Y muchos hombres ha perseguido; incesantemente, hasta sepultarlos en las oscuras aguas de sus insondables dominios...


Almeida va al río. Para ello ha preparado el tabaco más fresco que encontró en el mercado. Le sacó a su papá la botella de mistela que guarda en la cocina, metida en el canasto que del techo cuelga en una cabuya y un garabato de madera.


Almeida: ¿Dios mío, estaré haciendo bien? Es por Diego Felipe. Debo ofrendarme al Mohán.  


La emoción es intensa pues ya está en el río.


Almeida se detiene al sentir la mirada azabache del Mohán. Se voltea despacio y un hombre pequeño, musculoso, de pelo «candelo», barba hirsuta, también roja, ágil vivaracho.


El Mohán: Qué hace una hermosura tan temprano en el río? Es pescadora? Una Mohana? Y suelta una estruendosa carcajada.


A Almeida le causó gracia y se sintió cómoda, confiada.


El Mohán: ¿No tendrá un aguardientico?


Almeida: Y también tabaco.


Al Mohán: Y usted es la sal. Y de nuevo se carcajea.
Muchos son los parajes que el Mohán ha desolado, embrujado de superstición y misterio sus humildes moradores. El cumple sin embargo la infatigable misión de ser la protección de los ríos. Los peces son su señuelo, las plantas sus aliadas y la tormenta su castigo preferido. Es la herencia que los aborígenes nos dejan.



Capitulo 4
Desde los tiempos en que existían verdaderamente las cosas, El Mohán; Brujo del agua; hechicero; cumple la implacable misión de ser la protección de los ríos. Sabio Chamán, inmemorial ser del río es quién regula las crecientes, permite la subienda, acomoda la Pacha Mama. Los que lo conocen, los que tienen trato con él, los que sacan muchos pescados para vender en el mercado, pescadores de mucho tiempo, los que saben en qué charco juega, en qué corriente  espera, le llevan tabaco y aguardiente, a cambio de peces o el secreto del sitio para tirar las redes.


Hay revuelo en el pueblo pues Diego Felipe ha desaparecido en el río y Almeida no entiende qué es lo que pasa. Sabe que el Mohán conoce los secretos de las almas; sabe que no todas las personas lo pueden ver, sabe que solo le es posible verlo a la mujer de la cual se enamora. Ella estuvo en el río y Diego Felipe se fue feliz después de estar juntos. Ella sabe que se le ofrendó al Mohán por eso el río enamorado se vuelve arte y hace que la vida sea un festín. El río es música, es poesía, es arte, es bienestar. Ella quiere ir todos los días al río como lo prometiera.


Mamá de Almeida: Apareció el muchacho, apareció el muchacho y está vivo… Gracias a Dios, porque si no daña las fiestas…


Almeida se despierta asustada con la gritería.  Los ojos de azabache, hermosos, profundos y oscuros como un rio, hacen que el Poira, el Mohán travieso, enamorado, libertino y raptor le robe su tranquilidad. La enamore. ¿Donde llevará a las mujeres una vez rendidas? Ingenua, Almeida, quiso conquistar el arrullo de las aguas pero el Mohán es un laberinto que puede cambiar de apariencia. Es el mito más generalizado en Colombia. Se dice que era un hechicero que tuvo una visión anticipada de la llegada de los españoles y de los terrores de la conquista, por lo cual se refugió en el monte y se convirtió en el dios de los ríos. En su protector. Junto a los monólogos, a los paseos nocturnos sobre el oleaje de las aguas, el Mohán ama la música. Toca la guitarra en las noches de plenilunio y ensaya una canción desconocida. Embaucador, aprovecha las brisas de los ríos para dar serenatas.


Ya cayendo la noche, Diego Felipe y Almeida caminan despacio a la orilla del río. Al fondo la serenata del Mohán.


Diego Felipe: Me voy a trabajar con mi padrino en el campo. En la hacienda la Próspera haré parte de una cuadrilla de campesinos que cultiva el arroz de los Perdomo. Ya no quiero más nada con el río.
Almeida mira a Diego Felipe y nerviosa le comenta.


Almeida: Diego Felipe. ¿Usted cree en el Mohán? Porque yo creo que él le salvó la vida…


Diego Felipe se sorprende.
Diego Felipe: ¿Y qué con eso? ¿Usted por qué me viene con ese cuento?… Pues no creo en mitos, ni leyendas. Ni en brujas, ni hechizos. ¿Por qué la pregunta?


Almeida se intimida y mira hacia el río. No sabe si contarle, o no, que le hizo una ofrenda al Mohán. Que ahora solo piensa en sus ojos. Que ahora debe ir todos los días al río para pagar su deuda.


Muchos son los parajes que el Mohán ha desolado, embrujado de superstición y misterio. Los peces son su señuelo, las plantas sus aliadas y la tormenta su castigo preferido. Dicen que habita en las profundas y peligrosas moyas, en lugares donde se han perdido muchos bogas, pescadores y champaneros. Que es un espíritu invisible, que no toma ninguna forma, que se escuchan sus risas, cantos y «pesquerías» y se conocen sus ataques pero nunca se le ve.


Es la herencia que los aborígenes nos dejan.



Capitulo 5
El mohán está en ayuna, no come más que un puñado de maíz y un pájaro o pez muy pequeño cada ocho días; y bebe de una totuma o calabazo de chicha. No duerme de ninguna manera. Atiza su fogón de horquetas de leño secadas a la sombra sin que el sol las toque el día antes de acabar el ayuno.
El Patrón: ese cuento del Mohán que me lo envuelvan. Aquí lo que necesitamos es desarrollo e inversión. Ser competitivos.

Muchos son los parajes que el Mohán ha desolado, embrujado de superstición y misterio. Los peces son su señuelo, las plantas sus aliadas y la tormenta su castigo preferido. La hacienda la Próspera, después de tres días seguidos de lluvia, amanece totalmente inundada. Dicen que el Mohán habita en las profundas y peligrosas moyas, en lugares donde se han perdido muchos bogas, pescadores y champaneros. Que es un espíritu invisible, que no toma ninguna forma, que se escuchan sus risas, cantos y «pesquerías» y se conocen sus ataques pero nunca se le ve.